Creo que la cuestión no está en la diferencia entre código fuente o compilado, sino entre la propiedad del software y la licencia para usarlo.
Una cosa es comprar una licencia de uso de Windows 11 (siguiendo con tu ejemplo), que te permite usar el programa en un ordenador; otra muy distinta es comprar la propiedad intelectual e industrial del programa, incluyendo todos los derechos de marca comercial, el derecho de redistribución, etc…
Siguiendo con tu ejemplo, Microsoft no compró el código fuente de QDOS, sino los derechos de propiedad; pasaron a ser los propietarios del software, por lo que podían modificarlo, distribuirlo y venderlo como si lo hubieran hecho ellos mismos (que es lo que hicieron, por supuesto).
QDOS era Quick and Dirty Operating System (sistema operativo rápido y sucio). Después de algunas modificaciones, le cambiaron el nombre a MSDOS (MicroSoft Disk Operating System) y vendieron una licencia parcial a IBM que les permitía redistribuirlo, venderlo y hacer software propio basado en él, pero MS conservaba los derechos de propiedad.
No olvidemos un concepto que se ha ignorado durante décadas: cuando “compras” un programa (un juego, un procesador de textos… lo que sea) en realidad sólo estás pagando por que el propietario de los derechos de ese programa te “dé permiso” para usarlo en tu ordenador; por eso se llama “licencia”. Da igual si el programa es gratuito por el motivo que sea: tú sólo obtienes el derecho de uso final.
Como puedes ver en esos ejemplos, hay toda una gama de grises en el tema de licencias, lo que ha traído no pocos dolores de cabeza a empresas de software y abogados especialistas las últimas décadas (empezando por las “guerras Unix”).
Precisamente, lo revolucionario del software libre no es si el código fuente está disponible, sino en que el propietario de los derechos renuncia a éstos (o a parte de ellos), pasando a ser propiedad pública: todo el mundo tiene derecho a modificarlo, redistribuirlo, incluirlo en otro proyecto… ahora y para siempre. Simplificando mucho un tema muy complejo, los autores mantienen únicamente el derecho de atribución, pero no la propiedad ni el resto de derechos, que pasan a ser de la humanidad en su conjunto.
Podrías crear un paquete de librerías y vender el derecho a otros a usarlas en sus proyectos, incluso gratis, pero retener la propiedad de éstas, limitando la capacidad de modificarlas o redistribuirlas sin compilar, por ejemplo. Sería código abierto, pero no libre. De hecho, eso pasó al principio con Qt y KDE, y por eso los primeros KDE no se consideraban “libres”. Más tarde, el propietario de Qt cambió la licencia y pasaron a ser libres del todo, acabando con la polémica.
Existen programas con el código fuente publicado (puedes leerlo) pero cuyo propietario no ha renunciado a sus derechos (no puedes modificarlo, utilizarlo en otros programas, redistribuirlo…). Ésa es la gran diferencia entre código abierto y código libre.