La abolición de las alturas: sobre el fin del poder

No hay cima que no haya sido construida con escombros. El poder, esa arquitectura invisible de la distancia, vive de estar por encima, de mirar desde lo alto, de nombrar sin ser nombrado. Pero ¿qué hay en lo alto sino vértigo? ¿Qué sostiene al trono sino la voluntad de los que agachan la cabeza? Toda pirámide empieza por un asentimiento, y todo Estado por una renuncia al propio aliento.

¿Y si ya no hubiera alturas? ¿Y si rasáramos la arquitectura del mando con el mismo fervor con el que el mar borra las huellas en la orilla? No hablo aquí de sustituir un poder por otro, sino de abolir el principio mismo de la cima. La verdadera revolución no es un cambio de bandera, sino la desaparición de las banderas. No es tomar el Palacio, es vaciarlo de sentido. Porque mientras exista un arriba, habrá un abajo. Y toda cima necesita cadáveres que la sustenten.

El poder, como el lenguaje oficial, no nombra el mundo: lo regula. Lo constriñe. Le pone muros, aduanas, tarifas, permisos, y le llama orden. Pero el orden es solo el nombre que da el miedo a lo que no puede controlar. Los códigos, las leyes, los sellos de autenticidad, las regulaciones, no son pactos: son cercas. Son intentos fallidos de atrapar lo vivo. Pero la vida siempre desborda. Siempre encuentra un resquicio, una grieta, un borde por donde escapar.

Una sociedad sin Estado no es una utopía, es un regreso. Porque antes del poder estaba la tribu. Antes del Estado, el fuego compartido. Antes de la ley, el gesto. El consenso no era una firma, sino una danza. Lo humano no surgió con los códigos civiles, sino con el cuidado mutuo. Y allí donde no hay poder central, puede haber constelación. Una red sin centro, un rizoma sin eje, una conversación infinita entre iguales.

Quieren convencernos de que sin estructuras nos espera el caos. Pero ¿qué mayor caos que el que imponen los que mandan? ¿Qué mayor violencia que la legalizada? El poder se reviste de necesidad: se disfraza de protección, de justicia, de bien común. Pero en su raíz está el miedo. Miedo al otro, miedo a la libertad, miedo a la espontaneidad del mundo. Y donde hay miedo, hay jaulas.

Abolir el poder no es una destrucción, es una invocación. Es llamar a otras formas de estar juntos. No desde la obediencia, sino desde la escucha. No desde la vigilancia, sino desde el cuidado. Es dar un paso atrás y recordar que nadie nació para mandar, que toda autoridad es una ficción sostenida por el habla. Y si el lenguaje puede crear el universo —como una vez supo un querido amigo mio que hablaba con la lluvia—, entonces también puede deshacerlo. Decir “no mando, no obedezco”, es una oración. Un conjuro. Un nuevo génesis.

Porque no hay lenguaje inocente. Cada palabra o bien refuerza el poder o lo socava. Por eso hay que hablar desde abajo, desde el barro, desde el hueco de la piedra que nunca tuvo dueño. El lenguaje sin Estado es también un lenguaje sin jerarquía: no hay verbo que pese más que otro. Todo lo dicho nace en el cuerpo y retorna a él como temblor. Y si no hay dueño de la voz, no puede haber dueño del mundo.

La abolición del poder no será televisada. No llevará pancartas ni comunicados. Será un murmullo que se propaga como incendio entre arbustos. Un susurro en lenguas olvidadas. Una mirada entre dos desconocidos que comparten el pan sin pedir documentos. Será una risa a destiempo en medio del protocolo. Será un niño que pregunta por qué hay que hacer fila. Será un perro que atraviesa la frontera sin pasaporte. Será la grieta que crece, el gesto que no se puede traducir, la palabra que aún no existe.

No se trata de destruir el edificio: basta con salir de él. No de luchar por el poder: sino de tornarlo irrelevante. Que mandar ya no tenga sentido. Que nadie quiera ser jefe porque todos saben cuidarse. Que los documentos ardan no por rabia, sino porque ya no hacen falta. Que la autoridad se desvanezca como el humo de una hoguera tras la última canción.

El mundo que vendrá no será gobernado. Será narrado, tejido, cultivado. Y el verbo dejará de ser orden para volver a ser abrazo. Porque cuando el lenguaje deja de imponer, comienza a invitar. Y donde antes había Estado, ahora habrá vínculo. Donde antes había frontera, ahora habrá nombre. Donde antes había silencio, ahora habrá canto.

Todo poder es ficción sostenida por el habla. Pero también lo es la libertad.

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Me gustó el texto, no soy mucho de hablar sobre temas de politica o filosofia, pero este texto esta muy bueno, “No de luchar por el poder: sino de tornarlo irrelevante”
es una frase que encapsula perfectamente su esencia anti-autoritaria.

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Es un texto bien escrito pero no estoy de acuerdo con la idea de trasfondo, la cuál simplemente es incompatible con la propia naturaleza del hombre, una abolición del gobierno y el poder nunca se dará.

Somos animales políticos y por tanto nos desarrollamos en comunidades, no solo por “consentimiento” o “contrato social”, cuestiones que a mí me parecen una chorrada, pues la comunidad nos impone deberes y derechos, incluso desde nuestro nacimiento, pues la sociedad célula de la comunidad política es la familia, y ninguno de nosotros eligió a sus padres, a su patria, y sin embargo la aceptamos y obedecemos en cuanto refiere a formación en disciplina.

No todos los hombres son iguales y esto lo prueba la observación, pues no todos son igual de inteligentes, de fuertes, de altos, y un largo etc. El igualitarismo ha sido la causa de muchos de los males modernos, porque rota la jerarquía natural y de gobernanza lo que queda es caos, para seguir con el ejemplo de la familia, ¿Sería deseable una familia donde el hijo sea la cabeza de familia? Cualquier persona vería que esta destrucción de la jerarquía es anti-natural y llevaría a la sociedad familiar a los problemas.

Es correcto afirmar que existen comunidades anterior al Estado, pues es la verdad, la primera comunidad humana es la familia, pero el Estado (o gobierno, autoridad política o algún otro nombre si se busca evitar equivocaciones con el “estado moderno”) no nace en oposición contra las comunidades naturales, antes bien nace con el objetivo de protegerlas y asegurar su desarrollo, y es formada precisamente por otros familias.

Incluso en las sociedades naturales el inferior está sometido al superior, quién es quien manda y lidera a los miembros, ¿Se justifica con esto el abuso de poder y explotación? En absoluto, puesto que el que manda se ha asignado en pos del bien común, y quién se deje cegar por su propio beneficio es un tirano.

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Entiendo lo que dices. Tiene sentido desde cómo nos han enseñado a ver el mundo: que siempre tiene que haber alguien que mande, alguien que obedezca, como si fuera lo más natural del universo. Pero justo ahí es donde yo me paro a pensar… ¿Y si no lo es? ¿Y si más que natural, es solo lo que hemos repetido tanto que ya nos parece inevitable?

Dices que nacemos en una familia, que no elegimos, con deberes y derechos ya puestos desde antes de que sepamos hablar. Y claro que sí. Pero eso no lo convierte en justo por defecto. Que no hayamos elegido no significa que tengamos que aceptar sin más. ¿No te parece curioso que muchas de las cosas más importantes de nuestra vida —como la patria, la religión o la autoridad— nos vengan impuestas, y luego se nos diga que obedecerlas es lo correcto? Es como si te dieran un traje que no pediste, te obligaran a ponértelo, y encima te dijeran que te queda perfecto.

También dices que no todos somos iguales, y claro que no. Pero que seamos distintos no significa que uno tenga que estar por encima del otro. Esa lógica —de que el más fuerte o el más listo debe mandar— es la que lleva siglos justificando todo tipo de abusos. Y al final acaba sirviendo siempre a los mismos: a los que ya están arriba. Porque la diferencia existe, pero eso no debería convertirse en escalón para que alguien te pise.

Lo de la familia como ejemplo lo entiendo, pero también te digo: hay familias que se sostienen en el cariño, y otras que se sostienen en el miedo. No creo que nadie quiera crecer en una casa donde todo se basa en órdenes y jerarquías. Y si eso es lo que se propone como modelo de sociedad, entonces no me extraña que haya tanta gente queriendo romper con él.

Yo no estoy diciendo que la sociedad no deba organizarse, ni que todo sea libertad total y a lo loco. Lo que digo es que no hace falta que siempre haya un “arriba” que decide por todos. Que podemos pensar formas más horizontales de vivir juntos. Que hay ejemplos —pequeños, sí, pero reales— de comunidades que funcionan sin jefes, sin castigos, sin esa lógica del “yo mando y tú haces caso”. Eso también es humano. Tan humano como respirar o como desobedecer.

Y sí, la historia está llena de jerarquías. Pero también está llena de gente diciendo basta. Y eso también forma parte de lo que somos.

Así que no se trata de poner al hijo a mandar en la casa, ni de negar que haya responsabilidades. Se trata de preguntarnos si el poder tal como lo conocemos es inevitable. Porque si ni siquiera nos lo preguntamos, entonces ya hemos perdido

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En términos generales, estoy de acuerdo de nuevo con tu forma de escribir y comprendo tu duda razonable. Sin embargo, ontológicamente no estoy de acuerdo con tus puntos. Los desarrollo:

Tu argumentación, en definitiva, plantea dudas sobre la naturaleza de la autoridad, la jerarquía subyacente y la libertad. Pero parte, en mi opinión, de una base errada en la comprensión de los mismos términos, o al menos de una confusión comprensible, siendo que venimos de un orden que se pretende antinatural, y que inició -en ejercicio- en 1789.

Estas estructuras no son meras imposiciones humanas, sino reflejos de un orden inherente a la realidad misma.


La jerarquía y la autoridad no son solo construcciones repetidas hasta parecer inevitables, ni son artificios culturales arbitrarios. Responen a la estructura ontológica del cosmos: todo lo que existe tiene un fin propio, o telos, que lo orienta hacia el bien. En el caso del hombre, no sólo se trata de un telos individual sino de un telos político (o social, si se prefiere). La familia o la comunidad no son convenciones, sino realidades naturales que preceden al individuo y lo configuran, necesariamente. Que no elijamos ni a nuestra familia ni a nuestra patria (si bien es oxímoron, considero) no lo hace injusto, sino un reconocimiento de que nuestra existencia está intrínsecamente vinculada a un orden preexistente. El que el orden sea anterior a nosotros, y también posterior, es una constatación de que se encuentra en una escala superior jerárquicamente, pues nos sostiene como una rama sostiene una hoja. No puede haber hoja sin rama, ni rama sin árbol; ontológicamente hablando.

Los medievales lo tenían claro, pues los legos en filosofía ya conocían de sobra la diferencia entre la jerarquía verticual y la horizontal. Algo que el hombre moderno ha olvidado. Pero este es otro tema.

Así, el el hombre solo puede alcanzar su plenitud conforme a la verdad y al bien común, en las jerarquías naturales de las que forma parte.

Coincido contigo. Establecer una autoridad en base a la fuerza, superioridad física o intelectual, no legitima a esa autoridad. La autoridad no se legitima en el poder, sino en el servicio; servicio al bien común. El rey o el padre no están “arriba” para oprimir, sino para orientar a la comunidad hacia su fin, extrínseco del individuo. La jerarquía establece una estructura que refleja las diferencias naturales de la sociedad: talentos, vocaciones, funciones, capacidades… Y las ordena hacia un fin común.

El abuso de poder, que reconocemos como un mal real, no deslegitima la jerarquía en sí, sino que evidencia la corrupción de quienes desvían la autoridad de su fin natural.


Como ha comentado @rwmlknjyr:

Es la base de la sociedad y de todo orden político. Es cierto que toda institución humana puede pervertirse, pero esto no invalida, en absoluto, el principio. La familia no es un sistema de órdenes arbitrarias, sino una comunidad de amor y deber recíproco (y desigual). La autoridad del padre no es un fin, sino un medio para el servicio de la familia.

La familia extiende este principio a la sociedad tradicional: la autoridad no debe ser tiránica, sino paternal, orientada al bien. Si hay familias que fallan en esto, el problema no está en el modelo, sino en su aplicación defectuosa: en la herencia y permisividad del mal de sus miembros, en la incomprensión del amor y falta de entrega, en el perseguir apetitos temporales y vicios en lugar de los intemporales… Y hoy con mayor presencia, en la destrucción de la institución familiar desde el Estado, siendo éste un abuso de autoridad.

El orden social no es más que un conjunto de familias, más o menos próximas, que ayudan entre sí a sobrevivir, que se entrelazan en la creación de nuevas familias; y que se ordenan a un fin, un bien, común a ellas; anterior (defendido por sus ancestros) y posterior (que heredarán sus descendientes). ¿Acaso no voy a trabajar para, en la medida de lo posible, dejar una tierra habitable para mis hijos? ¿acaso no han hecho eso mis padres por mí? ¿y los padres de mis padres por ellos? No, desde una postura individualista. No, porque a menudo los padres no ejercen su autoridad justamente. No, porque a menudo hay abusos, hay injusticia, hay inmoralidad. Pero eso no justifica que yo no me adhiera al verdadero significado de familia, a lo que debe ser y no lo que otros han mostrado que es. Lo contrario sería justificar que un padre puede violar a su hijo, porque su padre lo hacía con él.


Tu propuesta de formas más horizontales de organización no es nueva. La sociedad tradicional es lo más cercano a una forma de anarquismo para el deimos con respecto a la organización vertical de los nobles y reyes. El control del Estado era muy pequeño, en comparación a lo que tenemos hoy día: Leviatán. Además, de ser entonces personalistas: sabes quién es responsable de qué, y puedes pedir cuentas a esa persona. Ahora, el Estado es un ente abstracto de funcionarios y personas que “no son” el Estado. Un ente contractual que se proteje de burocracia y círculos organizativos que nos hacen totalmente dependientes y, a la vez, indefensos contra él mismo. El monopolio de la violencia.

Pero, en esta sociedad más horizontal, la igualdad absoluta tampoco existe. Es contraria a la naturaleza. Ojo, no digo que no haya dignidad; de hecho en cada ser humano hay dos dignidades, la ontológica y la accidental. La primera la tenemos por el mero hecho de ser, por nuestro fin trascendente y preexistente. La segunda puede aumentar o disminuir en función de nuestros actos. Un héroe tendrá siempre más dignidad accidental que un tirano.

Además, la sociedad horizontal forma parte también de la jerarquía. Una sociedad sin jerarquía, sin una autoridad que coordine, dirija y una, tiende al caos o a la disolución, porque el hombre, dejado a su sola voluntad, no siempre elige el bien. Una sociedad ordenada al bien arrastra al individuo al bien; una sociedad ordenada al mal, arrastra al individuo aún más.

Los ejemplos de comunidades “sin jefes” suelen ser efímeros o dependen de condiciones muy específicas. Tan específicas que no pueden ser escalables en una sociedad compleja. La historia es testigo de ello: sociedades ordenadas y unidas sobre un rey para lograr el bien común de su deimos. A menudo de forma injusta, por lo que como dices, está llena de rebeliones contra la autoridad (porque cuando la autoridad es injusta, es legítimo acabar con ella y sustituirla por el bien. Se llama tiranicidio.). También la historia está llena de intentos fallidos de construir sociedades “desordenadas”; y el siglo XX es escenario de los más variopintos experimentos sociales que han culminado en los regímenes más totalitarios.

Planteas que cuestionar el poder es humano, y estoy radicalmente de acuerdo. Pero no cuestionarlo ontológicamente, sino prácticamente. ¿Está ejerciendo esta persona el poder de forma justa? No exigimos una obediencia ciega, sino una obediencia razonada, conforme a la verdad y la justicia. Pero como digo, este cuestionamiento no puede partir de la negación del orden natural ni de la desconfianza absoluta en la autoridad. La libertad, en el sentido tradicional, no consiste en hacer lo que uno quiera, sino en vivir conforme a la verdad, que no es una imposición arbitraria, sino el camino hacia nuestra realización como personas y como comunidad. Lo otro, aunque lo llamen la mayoría libertad, es libre albedrío; o en el peor de los casos, libertinismo.

Así, desde la sociedad tradicional y el pensamiento clásico, no propongo un sistema opresivo, sino un orden que reconoce la naturaleza del hombre y lo orienta hacia su bien último.

Finalmente me he extendido más de lo que esperaba por dar la respuesta, que en definitiva es una comprensión de tus inquietudes y una adherencia a la filosofía metahistórica de @rwmlknjyr. La pregunta final no es si el poder es inevitable, que lo es, porque el hombre es social por naturaleza; sino cómo debe ejercerse.

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No todos los hombres son iguales y esto lo prueba la observación, pues no todos son igual de inteligentes, de fuertes, de altos, y un largo etc. El igualitarismo ha sido la causa de muchos de los males modernos, porque rota la jerarquía natural y de gobernanza lo que queda es caos, para seguir con el ejemplo de la familia, […]

En el texto original se habla sobre poder, no sobre igualdad. Generalmente cuando se habla de igualdad en la sociedad moderna, se habla de igualdad de oportunidades, de un marco común sobre el que partir, pero no el reduccionismo que se hace a veces de que “todos somos iguales”. Es obvio que existen diferencias, no sólo físicas, como la altura, el desarrollo muscular o los colores de ojos, también a nivel de intereses como a ti que te puede gustar más la música y a mi la literatura.

¿Pero cual es la naturaleza del poder? ¿Lo da la fuerza? ¿Lo da el dinero? ¿Lo da la inteligencia? ¿Lo heredas? ¿Lo da donde naces? ¿Que atributos innatamente humanos hacen justo que una persona pueda tener millones de veces mas capacidad económica que otra? ¿Cual es la base ética de que una persona pueda decidir sobre cosas que afectan a millones de personas sin derecho a réplica?

Es correcto afirmar que existen comunidades anterior al Estado, pues es la verdad, la primera comunidad humana es la familia, […]

Antes que las familias, estaban las sociedades tribales, luego los clanes… Antes del estado, han existido también los reinos e incluso las “ciudades estado/polis”.

Quizás en tu definición de familia, acoges todas estas definiciones previas, pero creo que no es exactamente lo mismo al término de familia “moderna” ya que al final el modelo económico de cada sociedad, afecta a sus relaciones humanas y sus organismos. (Por ejemplo, los apellidos son relativamente modernos en términos humanos).

Incluso en las sociedades naturales el inferior está sometido al superior, quién es quien manda y lidera a los miembros, ¿Se justifica con esto el abuso de poder y explotación? En absoluto, puesto que el que manda se ha asignado en pos del bien común, y quién se deje cegar por su propio beneficio es un tirano.

¿Es el mismo poder el primigenio de una sociedad tribal que podríamos decir que es el “más natural” al poder de la sociedad actual? ¿O era este un poder más horizontal y/o distribuido incluso en una misma tribu?

Si observamos toda la historia de la evolución del homo sapiens (300.000 años en paleolítico y 10.000 años desde el neolítico), desde la revolución agrícola en adelante, sería algo más del 3% de nuestro tiempo como especie, esto en términos de evolución es irrisoria (no digamos ya si metemos toda la historia de la humanidad metiendo a las especies anteriores).

No nos hemos terminado de adaptar genéticamente en estos 10.000 últimos años del todo bien a la lactosa (empezamos a beber leche con la ganadería), imagina la vida moderna de los últimos 100 años. No me atrevería a asegurar que cualquier forma de poder relacionada con la vida actual tenga bases “naturales”.

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Yo estoy de acuerdo con esta idea del replantamiento del poder.

Esto se vé en muchas partes de sistemas descentralizados como el FOSS en su planteación original, el anarquismo y varias corrientes antisistema, hasta ahora solo el FOSS está desplegado y el anarquismo apenas se vé en una parte de India que ya ni me acuerdo. :\

Estamos en una era en donde los gobiernos se pelean, pero donde el campo de batalla está sobre tus hombros, como la desinformación, el control psicológico, la manipulación política y la mercadotecnia.

Ya se discutió una vez en el foro el tema de los medios, y una de las respuestas hablaba de ello:

Cosa que se vé frecuentemente, siempre se confunde el anarquismo con terrorismo, y la culpa lo tiene, en última instancia, el gobierno. Los medios trabajan bajo el sistema monetario, cosa que ya está mas que claro que fomenta la polarización, el egoísmo, y varios males más presentes en la cultura.

Además, varios piensan que esto funcionaría si todos fueramos iguales, cosa que difiero, ya que somos diferentemente iguales, es decir, nos parecemos de manera relativa al pertenecer a la misma especie, pero con importantes diferencias.

Y eso no es malo, al contrario, fomenta el desarrollo humano, la “locura” es positiva en cierto modo porque permite diferir y crear ideas nuevas, sería importante que todas las ideas sean en pos de resolver problemas y aportar a la sociedad, en vez de lo que se suele acostumbrar actualmente.

Es mejor permitir que cada individuo sea como es, sin etiquetas, que no tenga que hacerse a sí mismo con ser parte de un grupo, la clasificación genera diferencias, y, a la larga, fomenta los poderes.

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Muchos creen por costumbre que la anarquía significa “no tener reglas” cuando en realidad busca “no tener líderes” y son objetivos muy diferentes.
Me gusta la inclinación a la anarquía de este (y me tomo el atrevimiento de llamarlo así) artículo o quizás carta al foro.

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Jamás en el foro reparti tantos me gusta como en este tema jajaja

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La anarquía no significa no tener líderes, o ausencia de autoridad, puesto que un mundo sin líderes o sin autoridad es en la práctica la aplicación del comunismo de Platón, una sociedad sin padres.

El anarquismo realista es el libertario, es decir aquella sociedad que no se rige por un Estado o un gobierno.

Sí, lo has dicho bien: la anarquía no significa la ausencia de líderes —significa la ausencia de poder centralizado, coercitivo, legitimado por la violencia o la tradición fosilizada. No se trata de negar la capacidad de influencia, de inspiración, de guía que puede tener un ser humano sobre otro. Lo que se pone en cuestión es la legitimidad del dominio, del mandato, del imperativo por encima del consentimiento vivo.

Y sí, el comunismo platónico —el de los guardianes criados sin padres y la república de castas— es otra forma de verticalidad, disfrazada de orden armónico. Una sociedad sin padres no es una sociedad libre, sino una orfandad estructurada. Pero tampoco lo es una sociedad que se organiza en torno al dogma de que siempre debe haber un “padre” en la cumbre.

El anarquismo, en su sentido más profundo, no es el caos ni la ausencia de estructura. Es, quizás, el intento más radical de pensar una sociedad basada en relaciones horizontales, donde la autoridad no se hereda ni se impone, sino que se gana —y se pierde— en el roce constante con los otros.

El anarquismo no es ingenuo: sabe que hay liderazgo, pero también sabe que el liderazgo debe ser transitorio, revisable, transparente, nunca sagrado. Es lo contrario al poder que se vuelve institución, al gesto que se convierte en rito, al mando que se oculta tras la toga, la bandera o el cargo.

Y tal vez la pregunta más honda que deja abierta esta conversación no es si el anarquismo es posible —sino si realmente queremos habitar un mundo donde nadie se arrodille sin pensarlo dos veces. Donde el respeto no se herede, sino que se cultive. Donde la libertad no sea un premio, sino un punto de partida.

Tal vez ahí, entre la utopía fatigada y el escepticismo lúcido, quede un hueco para seguir hablando.

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La libertad es carísima, la soberanía individual es una situación en la que el individuo debe hacerse responsable ilimitadamente sobre cada una de sus actividades. Tal soberanía y tal responsabilidad es un gran peso para aquellos que están sujetos a la autoridad de un político o sistema de leyes que la mayoría justifica bajo amenaza de la violencia gubernamental.

De esta misma manera, los usuarios de computadoras prefieren usar software privativo, porque no quieren hacerse responsables ilimitadamente, quieren garantías. No quieren tener que hacerse responsables del funcionamiento de un sistema operativo propio, prefieren que no sea de ellos, prefieren ceder el control sobre el sistema a un tercero, permanecer en la colectividad, permanecer adjuntos a las leyes del Estado, sujetos a los controladores privativos. Sujetos a la dirección que le imponen, seguir a la masa, sujetos a una voluntad inexistente, iguales, sin identidad, sin libertad, sin control, sin tomar decisiones conscientes.

El poder tiene su origen en la propia naturaleza del hombre, puesto que como dije somos un “zoon politikon”, y desde nuestro nacimiento estamos subordinados a una jerarquía, la cuál siempre implica poder sobre los miembros inferiores. Este poder no es un fin es sí mismo, es un medio precisamente para la preservación y desarrollo de la comunidad política. Claro que puede existir un “derecho” a réplica en caso de tiranía, el rey también es súbdito de la ley natural y el Jus Gentium, el asunto corresponde a que se entiende por réplica y si realmente ayudaría al bien común, pongo un ejemplo:

Tenemos una monarquía en una península, fue el resultado de la invasión de un pueblo externo, y algunos de sus reyes han sido tiránicos. ¿Podría ser legitimo el regicidio? Dependerá bastante de la situación, si la muerte del tirano es la única opción para recuperar el bien común debe hacerse, pero hay que tener en cuenta los factores sucesivos. ¿La muerte del tirano permitirá realmente una restauración o solo llevaría al caos de una guerra de secesión? La autoridad política no es todo poderosa y superior a las leyes, esto es un error de corte ilustrado.

Cuando vemos por ejemplo el orden más orgánico de nuestra historia, como lo fue la Europa feudal, vemos una pluralidad de jurisdicciones y leyes que se aplican de manera asimétrica, reflejando el principio de a quién más se la ha dado, más se le exigirá. Claro que hubieron abusos, pero no es culpa del legislador que existan prevaricadores.

Esto es un error de categoría, pues todas esas comunidades están formadas precisamente por la familia, y la familia es el matrimonio del hombre y la mujer junto a su prole. Las tribus son una unión de familias con un ancestro en común, lo que llamaríamos en la actualidad familia extendida, y dentro de la tribu están los clanes que son ancestros comunes de miembros en especifico, nunca se rompe el principio de la familia como célula social.

La esencia del poder continua siendo el mismo, lo que puede variar son sus accidentes, y no, una sociedad “horizontal” es casi imposible a larga escala, y los experimentos sociales de los socialistas utópicos muestran esto.

Cuando hablamos de ley natural no nos referimos a cosas que sucedan en la naturaleza, sino a la serie de causas finales de cada objeto y sobre como ha de darse uso a ello, esto lo podemos conocer con la recta razón al analizar el objeto y su uso. Determinamos que algo es contrario a la razón cuando atenta directamente contra su causa final.

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